10.27.2005

Vendedores era todo lo que veía después de haber nacido. Después de un tiempo de andar viendo mucha gente extraña pasar por enfrente de mi, un día soleado, lleno de luz, se acercó una pareja a mi. Estuvieron viéndome por mucho rato; indecisos sobre que iban hacer conmigo. Lo único que yo oía eran murmullos, pero nunca alcancé a escuchar nada claro, hasta que por fin se decidieron y me tomaron en sus manos. Me llevaron a vivir con ellos. Era una pareja feliz, con dos hijos, los cuales se sorprendieron mucho al verme por primera vez. Los niños me tocaban y no dejaban de admirarme. Con el paso de los días, ya no era lo mismo para ellos. Me convertí en algo muy común, algo que ya no llamaba la atención, pero bien que les era útil en esa casa. Hoy, después de tantos años de vivir en esa casa, de tantas y tantas personas que veía conforme visitaban la casa de mis dueños, me he dado cuenta que todavía les soy útil, aunque ya se les haya hecho costumbre verme. Muchas veces me ha pasado por la mente que tal vez generaciones y generaciones me van a seguir viendo, aunque cada año sea menos la atención que me pongan, todo por ser viejo, pero de lo que si estoy totalmente seguro es que no importa cuantos décadas pasen, yo siempre voy a estar ahí dándole el tiempo a través de mis manecillas a esos nietos, bisnietos, tataranietos de la pareja que me compró en aquella relojería.